Mitos e tradicións na configuración dos nacionalismos. Un debate historiográfico internacional… (1970-2015)

Resumo

El presente artículo se centra en los estudios históricos que han privilegiado el análisis de los mitos y de las leyendas en la construcción de las culturas políticas de los nacionalismos gallego, vasco y catalán. Asimismo, el texto subraya la importancia que tienen los elementos de construcción del imaginario y de la cultura política de los movimientos nacionalistas, no tanto para denunciar un supuesto “engaño” por parte de los nacionalistas, sino para subrayar que estos temas fueron aceptados como “reales” por parte de la comunidad a la cual se dirigían. Es en este sentido que la historia de la “ficción”, de los símbolos y de los mitos de un movimiento político, nos permite analizar el sustrato cultural, los esquemas mentales que consiguieron imponerse en el inconsciente colectivo de un sector elocuente de las sociedades vasco-gallega y catalana y que tuvieron una permanencia que trascendió la época en que nacieron estos mitos y símbolos llegando hasta nuestra actualidad.

Palabras-chave: mitos, tradiciones, nacionalismo, historiografía

| Un artigo de Giovanni Cattini. Serra Húnter Fellow, Universitat de Barcelona

A pesar de ser un hecho sobradamente conocido, no se puede abordar ninguna reflexión sobre las historiografías españolas sin olvidar que, en los últimos años, el independentismo catalán ha radicalizado profundamente el debate político, lo que se ha traducido en una ofensiva abiertamente descalificadora de las narraciones del pasado y de los historiadores de las comunidades autónomas que no comulgan con la narración “unitaria” de la historia española, abanderada por las élites culturales y políticas del estado. Estas elites han formulado, cada vez con más contundencia, que las historias y culturas políticas de los movimientos periféricos se basan en una narraciones históricas míticas y legendarias en su mayor parte o, como mínimo, poco rigurosas[1].

Benedict Anderson, autor da obra ‘Comunidades imaxinadas’

Matizando estas afirmaciones se podría también aludir a unas análogas diatribas que se vivieron en la generación de historiadores anterior a la Guerra civil: jóvenes que reprochaban a historiadores mayores su historiografía romántica o idealizada; así, en Euskadi, el historiador Idelfonso Gurrutxaga Ansola, denunció «un fenómeno de idealización de nuestro pasado»[2] (1933), mientras en Cataluña, un joven Jaume Vicens Vives acuñó una división más bien dicotómica entre la «historiografía romántica» y la «historiografía moderna» (1935)[3]. A pesar de las similitudes, nos parece importante subrayar las profundas diferencias de contextos, ya que nos parece que el revisionismo generacional es diferente de la voluntad de menospreciar las historiografías de los movimientos nacionalistas que reivindican su identidad y su reconocimiento público y académico. Esta tensión de la historiografía académica española hacia las historiografías periféricas abarca ámbitos heterogéneos[4].

En este artículo me parece sugerente analizar los estudios históricos que han privilegiado el análisis del elemento simbólico como uno de los elementos más interesantes para entender los procesos de politización de la sociedad contemporánea. No pretendemos hacer un estado de la cuestión exhaustivo, sino reflexionar sobre algunas tendencias significativas asumidas por las historiografías españolas. Desde dicha perspectiva pensamos que la asunción de este amplio debate historiográfico puede servir al conjunto de historiadores e historiadoras de las tres naciones como herramientas metodológicas que podrían ofrecer futuras investigaciones comparadas.

 

 

Una reflexión historiográfica sobre los estudios sobre mitos, leyendas y nacionalismo

Las últimas décadas se han caracterizado por una serie de estudios sobre el poder de los mitos y de los símbolos en las sociedades contemporáneas, especialmente debido al renacimiento de las cuestiones nacionales, a raíz de la caída de la mayor parte de los países socialistas. Esta realidad propició la difusión de políticas identitarias encaminadas a dibujar una nueva cohesión social en que se pasó de un régimen de partido único a una realidad en que se impusieron partidos nacionalistas que no dudaron en utilizar discursos chovinistas y en recurrir a la historia y a los mitos para justificar su praxis política.

Esta nueva realidad fue la base de la reanudación de los estudios sobre la fenomenología de los nacionalismos en que mitos, símbolos y tradiciones se transformaron muy a menudo en chivo expiatorio de la “falsedad intrínseca de estos movimientos” cuyas culturas políticas carecían de verdades históricas y presentaban manipulaciones constantes del pasado. Cabe remarcar que las preocupaciones de la nueva historiografía de los años 1970/1980 planteaban como problema la supuesta pérdida de irradiación de los ideales cosmopolitas e internacionalistas y se esforzaba en entender o denunciar el recurso y el retorno de los argumentos nacionalistas. En este sentido, el libro pionero de Benedict Anderson, publicado en 1983[5], denunciaba alarmado «la transformación fundamental en la historia del marxismo y del movimiento marxista», que había representado las guerras entre países comunistas como Vietnam, Camboya y la China (países «con una independencia y unas credenciales revolucionarias innegables») y reconocía, en línea con los argumentos defendidos por Hobsbawm en 1977 en la New Left Review de que «los movimientos y estados marxistas han tendido a hacerse nacionales, no solamente en la forma sino también en la substancia, o mejor dicho, nacionalistas»[6]. Estas preocupaciones llevarían a Anderson a reflexionar sobre los límites que las escuelas marxista y liberal tenían a la hora de definir y explicar el arraigo de los nacionalismos y que le llevaron a sintetizar la conocida fórmula de que las naciones que sobrevivían en la contemporaneidad era por su capacidad de representarse como «comunidades imaginadas» de habitantes de un territorio que compartían una continuidad histórica de lengua, costumbres, símbolos, historias y mitos (…).

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[1] Cabe remarcar que el Congreso Espanya contra Catalunya, impulsado por el Centre d’Història Contemporània de Catalunya, el 2013, representó un momento de ruptura en que se multiplicaren los artículos de prestigiosos historiadores españoles en contra de la historiografía catalana y que se encuentran recogidos en Sobrequés, J. : Espanya contra Catalunya. Barcelona, Ed. Base, 2013. Asimismo, que hay una historiografía española orgánica a un discurso nacionalista español, hay quien también denuncia estas tendencias, como por ejemplo Pérez Garzón, J. S.: La gestión de la memoria. La historia de España al servicio del poder, Crítica, Barcelona, 2000 o quien ha reflexionado sobre el consenso de los intelectuales hacia el estado y sus políticas culturales. Cfr. Delgado, L. E.: La nación singular: La cultura del consenso y la fantasía de normalidad. Madrid, Siglo XXI Editores, 2014.

[2] Citado por Agirreazkuenaga, J.: “La tradición historiográfica vasca: su desarrollo en el marco de las ciencias sociales”, Historia contemporánea, n. 7 (1992), p. 278.

[3] La conocida polémica ha sido objeto de diferentes estudiosos: Pujol, E: Ferran Soldevila. Els fonaments de la historiografía catalana¸Catarroja, Afers, 1995, pp. I seg.; Múñoz, J.M.: Jaume Vicens Vives. Una biografia intel·lectual, Barcelona, Ed. 62, 1997, pp. I seg.; Sobrequés, J.: Antoni Rovira Virgili. Història i pensament polític, Barcelona, Curial, 2002, pp. 57-74 i també Aurell, J.: “Historiadores románticos e historiadores científicos en la historiografía catalana contemporánea: nacionalismo historiográfico y revisionismo generacional”, Memoria y civilización , n.  3 (2000), pp. 237-273.

[4] Como ejemplo se me permita recordar que en el Segundo Congreso de historiadores Galeusca, pude desarrollar una ponencia sobre la biografía histórica desde la perspectiva de la historiografía catalana. En aquella ocasión intenté reflexionar sobre la bondad del uso de las historias de vida y que, en el específico del marco Galeusca, podrían ser muy útiles para profundizar en las relaciones humanas habida entre gallegos, vascos y catalanes. Pero aparte de los elementos positivos, cabe remarcar que buena parte de mi ponencia la dedicaba a subrayar el ostracismo académico que el género biográfico había tenido en la historiografía universitaria y, especialmente, en el caso español evidenciaba cómo las biografías de militantes nacionalistas habían servido para demonizar los nacionalismos periféricos en relación a la narración científica por antonomasia, cfr. Cattini, G.C.: “El relat biogràfic en la Historiografia contemporània. Unes reflexions des de la historiografia catalana” en Agirreazkuenaga Zigorraga, J.; Alonso Olea, E. J.: Estatu-Nazioen Baitako Nazioak: Naziogintza Kulturala Eta Politikoa, Gaur Egungo Europa. Barcelona, Ed. Base, 2014, pp. 151-162.

[5] Anderson, B.: Imagined communities : reflections on the origin and spread of nationalism. London, Verso, 1983.

[6] Ídem, las citas a las pp. 1 y 2.

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